El artículo consiste en un testimonio que parte de la sensibilidad de un obispo acostumbrado a ejercer responsabilidades en la Conferencia episcopal de su país. Recuerda la recuperación del gobierno colegiado de la Iglesia por parte del Concilio Vaticano II, el problema de la centralización y el consiguiente aumento excesivo de la Curia romana, y se centra en el cuerpo diplomático con las nunciaturas apostólicas. Narra situaciones de desencuentros y presiones por razones diversas, como desconocimiento, ansia de «hacer carrera», etc. Y termina con preguntas: ¿por qué no laicos y mujeres en esos cargos?