En el cónclave se superpusieron el problema de la reforma de la Curia y el de la reforma de la Iglesia, como si el centro de la cuestión fuera una mejor «gestión» de una estructura que se inspirara en una eclesiología de tipo universal. Pero el problema pendiente de la doctrina conciliar sobre la colegialidad no reside en la participación de más personas en un poder universal, sino en la construcción de la comunión por las iglesias locales; de ahí que un senado de la comunión, representado por el Consejo de los ocho o menos, decidirá sobre un papado que ha suscitado entusiasmos a los que deben corresponder cuestiones institucionales.