Este artículo sostiene que para transformar la Curia romana de una corte del siglo xvii en un moderno servicio civil e incorporar los principios de colegialidad y subsidiaridad en el gobierno de la Iglesia, es fundamental: 1) dejar de hacer a los funcionarios curiales obispos o cardenales; 2) separar la funciones legislativas, ejecutivas y judiciales en la Curia; 3) tener funcionarios curiales supervisados por comisiones de obispos diocesanos; 4) fortalecer la función de coordinación del sostituto; y 5) reorganizar la Curia atendiendo más a las regiones que a las funciones. La reforma fracasará si los funcionarios de la Curia continúan siendo ex officio obispos y cardenales.