A la llegada de Ricci,China representaba una gran esperanza y un inmenso desafío. Para demostrar la superioridad del pensamiento occidental y así conseguir conversos, Ricci se valió de algo que no podía fallar en una sociedad que valoraba extraordinariamente la capacidad memorística: los palacios de la memoria, construcciones mnemotécnicas que en Europa causaban furor en ese momento. Aprovechando la obra del propio jesuita, Spence abandona el estilo de las biografías convencionales para contarnos la vida de Ricci a partir de cuatro imágenes mnemotécnicas creadas por el misionero, cuatro imágenes derivadas de episodios de la Biblia, incluidas por Ricci en un libro sobre el arte de la memoria que escribió en chino y distribuyó entre las elites intelectuales. El resultado es una valiosísima obra de historia global, que yuxtapone el ambiente de la Contrarreforma europea al de la China de la dinastía Ming.