Como si de pronto, abriendo un paréntesis en su tradicional mutismo, diera rienda suelta a sus pensamientos, Bernhard nos revela por igual, en tono socarrón, al filósofo bufo que define su creación literaria como Lachprogramm , o «programa cómico», como, con un humor más taciturno, al observador y narrador pesimista que se refleja en sus libros. A Bernhard, que desde su juventud padeció problemas pulmonares y de corazón, le gustaban los inviernos del sur. Así, en el ambiente relajado de Mallorca, habla un poco de todo de escritura, política, soledad, sexualidad, o de su alejamiento del público austriaco y, en Viena y Madrid, expone con aparente entusiasmo sus puntos de vista filosóficos y su obsesión con la Historia, o se muestra más reservado, más lapidario y radical en sus reflexiones más íntimas.