Una educación que se desentiende de formar para la vida y el vivir humano, que se centra, sobre todo, en la transmisión de contenidos orientados al ejercicio profesional, difícilmente va a poder contribuir a solventar los graves problemas que afectan a nuestra sociedad.
Desprovista de toda narrativa, sin presentar a los jóvenes los escenarios del vivir y sin proveerles de los conocimientos necesarios para comprender el alcance y los límites de nuestras facultades mentales, esa educación «profesionalizadora» deja prácticamente en manos del caos existencial el futuro de las personas y de las sociedades. Porque tomar conciencia del contexto social en que se vive y de lo que significa «pensar», «sentir» o «comunicar», en definitiva, autoconocerse, es, como ya significara J.J. Rousseau en El Emilio, esencial para la formación de las personas y el desarrollo de su autonomía responsable. Esta es la educación olvidada a la que aquí nos referimos y que consideramos indispensable para afrontar las exigencias de nuestro mundo y los males que le aquejan. A cuantos se interesen por remediarlos y, muy especialmente, a quienes lo pretendan desde el mundo de la educación, confío en que pueda serles útil la lectura de este libro.