Miguel Angel de Rus en un fino y mordaz cronista de la realidad, un novelista original y reconocido, y un estilista entre Juvenal y Quevedo. A Miguel Ángel de Rus lo que le va es la literatura de munición, la novela como trinchera, y nos muestra el panorama desolado de los que han luchado por algo y han obtenido un empate técnico entre los ideales, las frustraciones y las ganas de mandarlo todo a la mierda. Son maravillosos esos Dos Ataúdes Sombríos, un relato casi gótico, con la tuerca vuelta hacia Henry James, en el que todo se insinúa de forma morbosa. La Verdad, el cuarto, es una narración entre Kafka y Borges, de laberintos y burocracia, con un extraordinario y desasosegante final. Donde No Llegan los Sueños, es algo más que un libro para pasar el rato. Es una obra para pensar, para sentarse, para parar el mundo y bajarse a mirar desde un café, desde una azotea, o, más apropiadamente, desde el jardín umbrío de un frenopático. Es un libro que se mastica, más que leerse, es un libro que se fuma, que te mata al proporcionarte placer, que hiere, que duele, que te acompaña, pero no como un perro faldero, sino más bien como el ángel siniestro que te guiará en una última caída, de la que sabes que, tal vez, no querrás jamás recuperarte. Donde no llegan los sueños es su obra más tenebrosa, entre el terror y la novela gótica, con aires de kafka o de Borges, pero sin dejar de tener la cualidad que distingue toda la obra de Miguel Ángel de Rus, ser una de las personalidades más fuertes de la literatura española. Donde no llegan los sueños fue presentado por dos grandes escritores españoles actuales: Joaquín Leguina y Lourdes Ortiz.