Al cabo de casi un año había cruzado México pero, más allá de la ruta del destierro yaqui, de las huellas de Juan Rulfo, Max Aub o Frida Kahlo, mi viaje se había llenado de grandeza al escuchar a cientos de personas, al conocer sus existencias, sus afanes y sus esperanzas. Tal vez contarlo fuera la única forma de guardarlas, de devolverles parte de todo lo que me habían entregado. Donde mueren los dioses nos ofrece una mirada nueva y fascinada, una visión incomparable del México actual y del milenario.