A pesar de que su relación epistolar duró solamente algunos años (del 17 de noviembre de 1947 al 10 de octubre de 1950), estas cartas tienen un gran valor, pues no sólo nos muestran a dos personajes que defienden a ultranza la Tradición primordial, sino que se enfrentan sin paliativos al materialismo moderno, al ateísmo y a la ciencia profana que imperan en el mundo. Ambos denuncian su inversión, su banalidad, el utilitarismo mercantilista, la progresiva aceleración del ritmo de la vida, la falsificación generalizada, la deshumanización y el caos creciente.
Estas cartas incluyen, además, un contenido doctrinal de gran interés que hoy día sigue siendo poco común.