-¿Quién estropea estas ruinas?, -he preguntado a una pareja joven. -Se ha producido un fenómeno viral -contesta ella-. Hay mucho seguidor de La isla de la falsa utopía y llegan a creer lo que el bloguero ha inventado y situado en esta isla. No son pocos los que vienen buscando huellas de la novela. Al final del sendero podrá ver el símbolo de la comunidad reproducido en árboles y en las piedras de la fuente cercana a los restos del monasterio medieval. -¿Y cuál es el símbolo? -Un 9 enganchado con un cordoncillo de tallo de helecho. Nuevo sobresalto en mi corazón. Ya no hay duda. ¿Cómo y quién ha conseguido publicar con otro título mi novela inacabada? He finalizado mi paseo, he vuelto a beber de la fuente y, en las ruinas del monasterio medieval, encuentro una veintena de símbolos (se trata de una figura con forma de 9 recortada en madera o metal) enganchados mediante tallos de helecho en los huecos de las piedras y repartidos bajo una pancarta que reza: «El ERROR fue confundir SENCILLEZ con SIMPLEZA». * Estas son las últimas palabras de LA ISLA DE LA FALSA UTOPÍA, una luz optimista de un futuro mejor por muchas desgracias que vivan las sociedades humanas: Parecía, en principio, que la ausencia de dinero y propiedades facilitaban otros valores no fundamentados en el tener. Eran similares al cambio de actitud de los hijos cuando saben que van a perder irremisiblemente a sus padres. Porque los seres humanos pueden compararse con los árboles de aquel bosque que se lamentaban: «En verano robaron nuestros frutos, en otoño perdimos nuestras hojas y podaron nuestras ramas, en invierno talaron y prendieron fuego a nuestro tronco? pero no pudieron arrancar nuestras raíces».