"Tomemos conciencia de que dentro de nosotros hay un palacio de grandísima riqueza, todo un edificio de oro y piedras preciosas, en fin, a la altura de un tal Señor; y que depende tanto de nosotros que este edificio sea así, que verdaderamente no hay edificio de tanta hermosura como una alma limpia y llena de virtudes, y mientras mayores sean, más resplandecen las piedras. En este palacio se encuentra este gran Rey, que ha tenido por bien ser vuestro Padre; y está en un trono de grandísimo precio, que es vuestro corazón. [...] Tal vez se rían de mí, y hasta dirán que todo eso está muy claro y tendrán razón; aunque para mí fue difícil de comprender durante algún tiempo. Bien entendía que tenía alma; mas no entendía lo que merecía esta alma y quién estaba dentro de ella, pues las vanidades de la vida me impedían verlo. Si hubiera entendido como ahora entiendo que en este palacio pequeñito de mi alma cabe tan gran Rey, no le hubiera dejado solo tantas veces, y hubiera estado algunas más con Él, procurando además que mi alma no estuviera tan sucia. Mas ¡qué cosa de tanta admiración es que quien colmara con su grandeza mil mundos y mucho más, se encierre en una cosa tan pequeña! Verdaderamente, como es Señor, trae consigo la libertad, y como nos ama, se hace a nuestra medida."