Rodrigo ejerce de trabajador social en una residencia de ancianos y se dedica a la pintura en sus ratos libres, ejecutando una y otra vez unos misteriosos lienzos de mujeres sin rostro. La repentina irrupción de una mujer real en su vida alterará esa monotonía en la que se había instalado: una nueva existencia con sus dudas, sus ilusiones y sus zozobras, pero que también hará aflorar recuerdos depositados en su memoria desde hacía muchos años. Porque hay algo que Rodrigo nunca ha sabido ver, a pesar de que siempre lo tuvo delante de sus narices. De esta forma, El pintor de mujeres sin rostro se convierte ¿a pesar de las circunstancias vitales de su protagonista, o precisamente por eso¿ en una novela apasionada y vitalista, que nos revela la magia y el misterio que siempre esconde la vida, por muy común y monótona que pudiera parecer a simple vista.