Aquel viaje Con cierta meticulosidad preparaba la maleta para el viaje convenido, mientras pensaba, o tal vez sería mejor decir: recordaba. Tu imagen no me abandonaba y por mis pensamientos revoloteaba incesante. Nuestra aún corta relación, había sido maravillosa y era la causa de que me encontrara feliz y optimista. Pronto te vería. Pero, de repente, el teléfono suena e interrumpe la ensoñación y me trae a la realidad. Mis pensamientos se liberan, así como yo suelto mis vestimentas sobre la maleta abierta. Me dirijo al salón para ir a atender la insistente llamada. Me dejo caer en el sillón situado junto a esa lámpara que tanto te gustó el día que estuviste aquí. Sí, aquella que está cerca del aparato de música (¿recuerdas la canción que hicimos nuestra?) Casi al mismo tiempo, descuelgo el auricular del teléfono rezongón. ¡Y qué sorpresa! ¡Eras tú quien me llamaba! Tu voz cálida me saludó como si estuvieras desahogándote.