Como las citadas obras clásicas, además de un ingenioso planteamiento, Autobiografía de una pulga posee todos los elementos que caracterizan a la novela erótica inglesa de finales del siglo XIX: cándidas jovencitas, damas que engañan a sus maridos, clérigos sin escrúpulos y hazañas eróticas desmesuradas.
Ésta es la historia de una pulga, o mejor dicho, de todo lo que esa pulga ve desde el memorable día en que escogió para vivir la nívea pierna de Bella, una encantadora e inocente jovencita que acudía a la iglesia acompañada de su tía. Con la avidez de un voyeur , la pulga asistirá a la iniciación de Bella en el arte amatorio con su amigo Charlie. Pero, ay, sorprendidos por el cura confesor -el padre Ambrose-, éste ofrecerá a la joven, a modo de penitencia, la oportunidad de convertirse en la elegida para saciar los santos deseos del sacerdote. A partir de este encuentro de Bella con el padre Ambrose, la lascivia de la joven, de incipiente voluptuosidad, se desboca: decidida a disfrutar de esos placeres recién descubiertos, no parará hasta implicar a su tío. Fiel a Bella, la pulga seguirá las andanzas de tío, sobrina y confesor, que se dedican a pervertir, juntos o separados, a cuantas personas se les antojan deseables, mientras, en un crescendo , se suceden las escenas más lúbricas y desaforadas de la literatura erótica.
Así, utilizando en su narración el ingenuo punto de vista de una pulga, el desconocido autor de esta Autobiografía describe con asombrosa libertad las lujurias y perversidades más prohibidas por la estricta moral victoriana, al tiempo que arremete contra la hipocresía de la Iglesia y las costumbres sexuales de la época.