A través de Ireneo llega a nuestro autor la llamada teología asiática, que él modula con su estilo vigoroso y preciso. Deja, así, trazado el cuadro mental en que se moverá la teología de Occidente, que aparece siempre marcada por una cierta tendencia a lo existencial y práctico.
En esta obra, Tertuliano nos ofrece una vibrante polémica, en la que vierte, no sólo sus abundantes habilidades retóricas, sino también su aguda comprensión de la fe cristiana, lo que le lleva a hacer, a veces, planteamientos teológicos de gran calado.
Si en el actual diálogo ecuménico hay un marcado interés por la conexión con las fuentes, esta obra puede resultar muy clarificadora, pues plantea justamente esta cuestión fundamental: cómo llegar con toda pureza a la revelación de Cristo.