Al adentrarnos en los universos paralelos de la obra y al movernos por ellos como a saltos, de sorpresa en sorpresa, siendo cada una de ellas más... definitiva, tanto a través de la zona de sombra emocional de «Agujeros» como hasta el último brote narrativo desatado en el bucle temporal de la muerte representada por el actante, tan ausente como omnipresente, de «La joven de las trenzas negras», comprendemos de inmediato que Ángel inyecta una gran versatilidad a su forma de narrar y es su literatura como el eterno río de Heráclito en el que nunca podremos bañarnos dos veces puesto que, siendo sin ser, la palabra verdadera nos transforma, nos hace diferentes, nos enseña a navegar por este mar tan proceloso de la existencia.