Juan Bosco (1815-1888), canonizado por Pío XI el día de Pascua de 1934, fue proclamado «padre y maestro de la juventud» por Juan Pablo II en 1989. El Espíritu de Dios lo envió a anunciar la buena nueva a los pobres, a los marginados y a los más necesitados. Su meta era llevar a la tierra esa felicidad que libera, forma al hombre y lo hace digno hijo de Dios. Para ayudarnos a entrar en la experiencia espiritual de este gran educador, el autor ha optado por dejar hablar al «santo de los jóvenes» tal como probablemente se hubiera expresado en nuestro tiempo.