Agustín de Hipona (354-430) buscó incansablemente a Dios y la Sabiduría. Enseñó retórica en Cartago, Roma y Milán, donde la predicación de san Ambrosio lo preparó a su conversión.
La lectura de san Pablo lo decide a renunciar a toda su vida y a abrazar el ideal de los apóstoles. En Hipona reúne a varios hermanos y vive con ellos en la pobreza y la comunidad de bienes. Ordenado sacerdote y luego obispo, compagina el retiro con la caridad pastoral. Tuvo que hacer frente a los desafíos que amenazaban a la Iglesia de su tiempo, y así se revela como un gran teólogo y el gran Padre de la Iglesia que todos conocemos.
Su espiritualidad está toda orientada a la Trinidad como modelo de relación para el hombre.