Viajes por Alaska, obra en la que John Muir se encontraba trabajando cuando murió, se basa en diarios que escribió durante sus visitas a Alaska en 1879, 1880, 1881, 1890 y 1899. Desde el momento en el que embarcó en San Francisco, en mayo de 1879, «camino de la helada Alaska», Muir se dio cuenta de que se encontraba ante una aventura extraordinaria. A pie, en canoa o con trineo, se apasionaba con todo lo que iba descubriendo, ya fueran flores, aves o árboles, o la espectacular Glacier Bay, y todo lo describe con singular maestría. También relata experiencias tan angustiosas como el rescate de un compañero accidentado en lo alto del monte Glenora o los escalofriantes momentos que vivió a punto de morir triturado entre paredones de hielo mientras navegaba entre icebergs. Viajes por Alaska termina con la vívida descripción de Muir dedicada a la «suprema, serena y celestial belleza» de las auroras, que observó durante su penúltimo viaje, en 1890.