Una impura tarde de verano es un conjunto de relatos anclados en cotidianidades desterritorializadas, aquí y allá de la memoria material y ficcional; historias dialogantes con experiencias de vida, que también son lecturas. Y tradiciones culturales y literarias occidentales y orientales, transversales en el tiempo y en el espacio.
Sus procesos creativos nacerían a partir del cuerpo y de cuerpos sensuales (la escritura es cuerpo, Barthes y culturas árabes dixit). Entre líneas, o bien en sus intersticios, y más allá de géneros o subgéneros literarios, el y los sentidos se deslizarían por los significantes escritos. En su génesis o chora pulsional, voces sentidas y sin-sentidos, emergen a las superficies textuales, en tanto procesos deconstructivos de niveles simbólicos culturales.
Los personajes, se carecen, perdidos en su busca ontológica pero, el conflicto con el Otro, ilumina su presente. Experimentan umbrales del ser y la nada. O bien, se interrogan en la pérdida como también en el placer del instante y el encuentro consigo mismos. Las epifanías son negaciones y afirmaciones, bullicios y silencios. Los cuerpos, goce, dolor y laberintos. Borrando límites, para sobrepasarse sin casi nunca alcanzarse.
Los narradores son, de esta manera, dichos o hablados. Hablados al oído, como rumores o melopoeias.