"El ajedrez es como la vida, o quizá la vida es como el ajedrez", dice Rodolfo Cardoso en la primera de estas tres historias, que podrían constituir otro Manual de perdedores. Hasta Sancho Panza le recordó a don Quijote tan "Brava comparación..., que, mientras dura el juego, cada pieza tiene su particular oficio, y, en acabándose el juego, todas se mezclan, juntan y barajan, y dan con ellas en una bolsa, que es como dar con la vida en la sepultura".
Perdedores. Tres Arturos (Pomar, Duperier, Barea) y un general republicano, que además se apellidaba Rojo, parecen condenados en este sugerente tríptico a ser exiliados de la vida, donde todos apostamos, algunos ganan y "donde todos, casi siempre, pierden". Laberinto español es el tablero. La metáfora del tablero sugiere que el alfil y la dama son piezas retorcidas, quizá como una navaja y una daga.
Cierra el tríptico "Arroz con frijoles", una extraña y no poco sarcástica combinación de Vidas paralelas -Franco/Castro, José Antonio/Che Guevara-, en el que otro general, a quien Queipo de Llano llamaba "Paca la culona", y un comandante barbudo fagocitan a otro par de perdedores sui generis, cuya virtud fue la de haber muerto jóvenes "La muerte nos sienta muy bien, existimos gracias a ella, señor Guevara", le dirá José Antonio al Che en el cielo. Pera ya había dicho Ambrose Bierce, el gringo viejo de Carlos Fuentes, al general Arroyo: "Usted solo se salvará de la corrupción si muere joven".