Pocas ideas han sido más perniciosas que aquellas que afirman que hay etnias inherentemente superiores a otras. Por esa razón, el debate sobre las diferencias biológicas entre éstas ha sido completamente proscrito del ámbito científico. La evolución del hombre, se insiste desde un inusitado consenso, acabó en la prehistoria.
No obstante, el consenso parece ser erróneo. Se demuestra a lo largo de este libro, que la evolución siguió su curso, que el aislamiento en el que han vivido las distintas poblaciones a lo largo de los siglos ha propiciado ese desarrollo y que existen distinciones, divergencias, en el comportamiento y, por tanto, en las sociedades mismas. Que, en consecuencia, atributos como el ahorro, el pacifismo, o la alfabetización, propios de las clases medias, han sido lentamente inoculados genéticamente desde la población agraria, culminado en la Revolución Industrial y la emergencia de las sociedades modernas.
Rechazando sin ambages la noción de superioridad racial, este libro demuestra cómo nuestra información genética contiene una información vital para entender nuestra historia y las sociedades que la integran, y que la mejor forma de servir al interés público, es buscando incesantemente sin miedo la verdad científica.