«Que los malvados se avergüencen y que guarden silencio en su tumba». Aquellas siniestras palabras sacadas de un libro de salmos fueron la última amenaza que sir Edward Grey recibió de su asesino. Antes de poder enseñárselas a Nicholas Brisbane, el investigador privado que había contratado para protegerse, sir Edward cayó muerto en su casa de Londres, en presencia de su esposa, Julia, y de varios invitados.
Aunque ella estaba convencida de que su marido había muerto a consecuencia de una larga enfermedad, no dudó en pedir ayuda al enigmático Brisbane cuando descubrió el papel en el que figuraban aquellas palabras.
Intentando llevar ante la justicia al asesino de Edward, Julia comenzó a seguir unas pistas que revelaron una verdad aún más terrible? Unas pistas que la acercaban a un criminal que esperaba su llegada con impaciencia.