El primer intento literario de tratar de comprender la tragedia chechena desde el interior.
No se trata de unas memorias, sino de una visualización lírica de laguerra: dura, terrible, sincera, pero al mismo tiempo magnánima, sin caer en el nacionalismo, y con voluntad de entender ambos lados en conflicto con equidad, aunque señalando sus limitaciones. Encontramos en ella metáforas precisas que llegan a lo profundo del subconsciente. Saduláyev llama a su obra una novela de fragmentación. Y es que, efectivamente, la conforman una serie de fragmentos de una conciencia que se estremece ante la monstruosidad del conflicto que azota a su pueblo. Es una colección de miniaturas poéticas, de recuerdos de infancia y retratos de sus compatriotas, que se alternan con escenas de la guerra, excursiones históricas y alusiones a una mitología chechena única. Y todo ello unido por una dicotomía interna, psicológica: la elección entre la tierra natal y la seguridad, entre el amor y la vida.