Este libro-poemario posee una singular novedad. Jesucristo no es el tema objeto de la invocación o súplica, como ocurre tradicionalmente en la poesía religiosa. No habla el poeta-creyente al Señor, sino que es Él mismo quien nos habla desde la cruz. No son sonetos a, sino sonetos de Jesús crucificado. El único Señor y Dueño de la Palabra nos revela su divinidad y humanidad; nos regala el don de su amor y su perdón, nos comunica su vida eterna.