fragmento:
«No me pregunten quién soy, ni por qué soy yo y no él quien abre la puerta. Sin embargo, es siempre un destino, unido a la irreductible conciencia, quien se hace cargo del testimonio, como ahora de la agitación del viento en las hojas y papeles que el olvido apiló durante días entre el muro ocre del jardín y el camino que conduce hacia las casas vecinales. Vi esa lucha desigual hace unos minutos, antes de bajar aquí, al sótano de mi casa, y al levantar la vista observé los árboles mover sus ramas contra un cielo tiznado. Todo lo que se mueve, cambia, por eso desde los orígenes hemos estado luchando contra el cambio o bien a favor de él, como si fuera nuestro aliado. Desde hace años trabajo en un sótano, rodeado de paredes que no sólo me aíslan del frío o el calor sino del paisaje, de lo que hay fuera. Es un bloque quieto y vacío al que bajo desde el piso de mi casa, donde vivo con mi familia. Y si digo que allí arriba vivo con mi familia es porque mi experiencia aquí es de otra índole...»