El continente africano posee abundantes recursos naturales, y, sin embargo, la mayoría de sus habitantes carecen de un nivel de vida digno. La causa principal de esta injusticia es la corrupción en las instituciones públicas que conceden contratos de explotación minera y asignación de terrenos a inversores extranjeros. Los funcionarios del Estado malversan fácilmente los ingresos por la excesiva centralización del Gobierno, la falta de transparencia burocrática, la impunidad por violar las leyes anticorrupción, y la población que deambula entre la apatía y la desesperanza. La Iglesia católica está llamada a ejercer de líder mediante el ministerio de la justicia social y la formación espiritual y moral de ciudadanos responsables.