Con ocasión de algunos hechos ocurridos en 1991, que reflejaban la corrupción en la sociedad, el arzobispo de Buenos Aires escribió un artículo, que se convirtió después en un opúsculo, en el que interpretaba fenomenológicamente la corrupción y la figura del corrupto a la luz de los personajes y de las palabras de Jesús en el evangelio, criticando la corrupción, incluso en el ámbito religioso, y señalando su curación.