Cuando los políticos con responsabilidades de gobierno hablan de narcotráfico, es común que propongan la prohibición total, la panacea de una sociedad libre de drogas ilegales. En este marco, recurren a discursos y promesas punitivas, que consistirían en más ?mano dura? o directamente en la militarización de la cruzada antinarcóticos. Atento sobre todo a la situación de América Latina y la Argentina, y analizando evidencia confiable del plano internacional, Juan Gabriel Tokatlian dice de entrada que esa meta es no sólo inalcanzable sino peligrosa, que se asienta en un diagnóstico errado y en información sorprendentemente parcial, y que la política coercitiva que se sustenta en esas ideas ha fracasado en todas partes, dañando los derechos de los más vulnerables, dilapidando recursos públicos y, lo que es peor, demorando el debate sobre una estrategia alternativa.
Entre la sobreactuación de los políticos por su pánico a perder dividendos electorales, y la indiferencia o la desmesura de la opinión pública, se agitan fantasmas sin verdadero asidero ?la colombianización, la mexicanización?, mientras se insiste en las tácticas represivas que no conducen a nada. Tokatlian, un experto con amplísimo reconocimiento académico que ha seguido el tema durante décadas con una coherencia infrecuente, repasa la lógica del régimen prohibicionista y propone repensar todo, resignando el efectismo grandilocuente e ineficaz y apostando a reformas graduales y sostenibles. La contención, la formulación de regulaciones especiales según la sustancia de que se trate, no es sinónimo de derrota, sino signo de realismo. Sólo un Estado fortalecido, que saque el tema del ámbito penal para reubicarlo donde de verdad corresponde (la salud y la educación de los sectores vulnerables, el control del lavado de activos, la vigilancia de toda la cadena productiva ?desde la demanda hasta la oferta?), estará en condiciones de acotar a su mínima expresión el crimen organizado.
Con una prosa clara y argumentos contundentes, este libro es un aporte sustancial al debate público, porque asumir batallas (contra las drogas, contra el terrorismo) y convocar guerreros para causas perdidas sólo aumenta el costo en vidas humanas sin resolver el problema de fondo.