Argumento de Portugal
La retina selectiva del escritor portugués Miguel Torga recorre su tierra natal de norte a sur, en itinerarios en los que se confunden lo físico con lo emocional. En estos recorridos literarios interpreta el interior de sus paisajes y monumentos, desde los deslumbrantes bancales de viñedos del Duero a los ralos pastizales de la sierra de la Estrella, desde los suntuosos palacios reales a las graníticas trampas para lobos, desde los mastodónticos santuarios de la fe popular a las ocultas ermitas costeras y a las diminutas capillas bizantinas. Ese marco geográfico que nos esboza Torga viene acompañado de su reflexión sobre el pueblo lusitano que, dotado de la dimensión sobrehumana de un nuevo Creador, se enseñorea de este esfuerzo constructivo y se funde con él convirtiéndolo en historia, en fiesta, en gastronomía, en pintura y escultura, en literatura o en tradiciones culturales que nos revelan su verdadera talla. Torga esconde el profundo amor a su tierra detrás de un velo de ironía. Se aprecia a la hora de describir el verde que inunda el Miño hasta el punto de desear no tener pesadillas en ese color. O cuando, desde la «suficiencia triunfadora» de Oporto, afloran los clichés locales sobre un país unido por «fuerzas múltiples y variadas» como los «perezosos de Coimbra, los manirrotos de Lisboa, los libros de Eça de Queiroz y el escepticismo rural sobre la eficiencia de los reformadores». Ironía y descripción admirativa se entrecruzan en ...1