Argumento de Por Magnolia Abrante, la Machanguita
José Luis Gallardo Navarro, a comienzos de 1981, escribió proféticamente estas palabras sobre la aún escasa narrativa de nuestro autor -formada tan sólo por cuentos y relatos breves-, palabras que definen, bastantes años después, esta novela en que un policía prejubilado por alcoholismo relata vivencias suyas y teniendo como referencia en muchas de ellas a una mendiga, Machanguita. Escribió Gallardo: «Pocos escritores logran así de golpe producir en nosotros esa desazón punzante que nos induce a confirmamos en las sospecha de que la literatura consiste en algo que nos resulta atractivo sólo porque es inútil. Y, como sin quererlo, sin embargo consigue ponernos los pelos de punta, desde un esquinazo de la escritura, cuando él camina descalzo sobre cristales de botella recién rotos, cortantes. Porque uno ha leído hasta demasiado, hasta las más de las veces o por inercia o por compromiso, tiende a olvidar la necesaria conexión con la vida que haga que la literatura no sea algo nocivamente ocioso. A uno también le ahíta la repetición de lo mismo, hasta que tropiezas con este aurot, un Rimbaud, un Artaud, un Kafka, un Passolini. Entonces las cosas, como quien dice, se enderezan, se ponen a contrapelo. Es que o al lenguaje hay que tomarlo desde dentro de su partición o el lenguaje simplemente no es. Como afirma Freud de las intenciones: Antes de llegar a ser perturbadoras, tienen que haber sido alguna vez ellas mismas perturbadas. Nada que añadir, sino que el autor practica en su narrativa a tumba abierta si no la única, sí al menos una de las escasísimas actitudes posibles que no sea la claudicante, la de negarse al discurso y sin embargo, por imperativo de rebeldía, continuar de todos modos escribiendo».1