Como a otros filósofos y pensadores de su generación, aquella revolución imposible, aquella transformación socialista en un país donde no existían condiciones objetivas para el comunismo, aquella revolución contra 'El Capital' en el decir de Antonio Gramsci, estuvo muy presente, desde su juventud, en las reflexiones del autor de 'La gran perturbación'. No es casualidad que su primer libro fuera 'Conocer Lenin y su obra', y que el penúltimo ensayo publicado en vida llevara por título 'Utopías e ilusiones naturales'.
Por detrás de sus observaciones, reflexiones, tesis y propuestas, subyace una idea-fuerza, varias veces remarcada por él, de Maquiavelo: Nada de imaginar paraísos. Lo que hay que hacer es conocer los caminos que conducen al infierno para evitarlos. Eso es lo más, en muchos momentos, a lo que pueden aspirar los seres humanos, en este mundo de la política moderna. Seguía siendo esencial en todo caso, no desnaturalizarse: revisar, rehacer, volver a pensar, renovar sin perder la naturaleza propia, sin echar por la borda los valores, ideales y fines por los que se había luchado y por los que valía la pena seguir la lucha.