Aprendemos así muchas cosas : por ejemplo, que la historia de la ropa interior femenina empieza y termina al menos, hasta ahora «en pañales» ; que quienes han marcado la pauta, transgrediendo leyes y tribunales e imponiendo nuevas estéticas y modos de vida en ese mundo cerrado y mudo han sido las mujeres de mal vivir (que fueron precisamente las que mejor se lo pasaron) ; que la ropa, los muebles y el diseño arquitectónico han evolucionado siempre juntos ; que la ropa interior no sólo ha desempeñado papeles de higiene y seducción, sino también de expresión y rebeldía ; y, finalmente, descubrimos que, nos guste o no, casi siempre, la parafernalia íntima de la mujer ha sido y seguirá siendo lo que árbitros de todas índoles imponen a las mujeres, o bien aquello que ellas eligen. ¿Vuelven acaso las mujeres de este final de siglo a llevar sostenes, combinaciones, medias y ligueros ? ¿Seguirán negándose a ir encorsetadas, o se adherirán a la tendencia más sensual, de aquellas que vuelven a sentir placer de un suave roce de piel de ángel ?