Una cosa es evidente: no era un hombre indiferente, creó pasión en su entorno y, a pesar de sus errores y de su carácter, fue un hombre de Iglesia.
En la vida del cardenal Segura hay tres fechas especialmente significativas.
Año 1931, en que, siendo primado arzobispo de Toledo, es expulsado de España por la República y, después de no pocas peripecias, acogido en la curia romana. Él dirá que quienes lo echaron fueron el mundo Tedeschini y Ángel Herrera Oria, director de El Debate y posteriormente obispo de Málaga y cardenal.
Segunda fecha: Año 1940, cuando, como arzobispo de la diócesis de Sevilla, tiene un rifirrafe con Franco y la Falange sevillana y a punto estuvo de ser expulsado de España por el nuevo Régimen.
Y la tercera fecha: Año 1954, cuando finalmente, Pío XII, que tanta paciencia ha tenido con él durante años, como secretario de Estado del Vaticano y como Papa, lo destituye y le pone un sustituto al frente de la diócesis hispalense en la persona de don José María Bueno Monreal.
Creo haber dado en este libro un rayo de claridad sobre esta figura apasionante de La Historia de la Iglesia de Sevilla y dilucidado algunos momentos especialmente oscuros en la vida de este cardenal selvático e irreductible.