Imagina que no tuvieras sentido del olfato. Imagina que jamás te despertara el aroma del café recién hecho, ni el olor a quemado te hiciera salir corriendo de la ducha para rescatar el pan de la tostadora. Imagina que no pudieras percibir la fragancia de un bosque mediterráneo las tardes soleadas de mayo, ni reencontrar a tu amante en la cama vacía. Que nunca te molestara la orina de un gato en tu puerta, ni la peste de basuras y cloacas. Pero que tampoco pudieras detectar el olor de un escape de gas, ni de un incendio.