Esta obra relata el paseo nocturno de un personaje por los prostíbulos de una ciudad portuaria, nunca nombrada, dentro de un clima denso y agobiante. Las calles, los bares, la gente, las prostitutas, son percibidos por un ojo que traspasa las fronteras de lo real para alcanzar las zonas de la alucinación. Las imágenes del mundo exterior se confunden con los monólogos interiores del protagonista a través de los cuales el lector asiste a una concepción del mundo, profundamente nihilista y abismada en el problema del mal. El nombre que da título al libro es el de un demonio y ciertamente infernal es el viaje propuesto. La novela se sitúa en una tradición muy concreta, que no es otra sino la de aquella literatura ocupada en el mal, tan bien diseñada por Georges Bataille.