Una noche, en la que como otras tantas volvía sólo a su habitación, Mark Zuckerberg entró en los servidores de la universidad y copió los archivos del directorio de estudiantes, llamado facebook en inglés. Eliminó los nombres y las fotografías de los chicos y lo volvió a colgar en Internet, no sin otra pequeña modificación: los estudiantes podían puntuar el aspecto físico de cada una de las chicas. El experimento estuvo a punto de costarle la expulsión de la Universidad, algo que no le hubiera preocupado en absoluto porque acababa de crear el embrión de lo que en unos pocos meses iba a convertirse en Facebook, la red social más popular del mundo.
La que sigue es una historia novelada en la que las fiestas locas, el sexo con mujeres despampanantes, el talento de sus fundadores, el dinero de los inversores y la traición entre amigos acaban conformando un relato muy poco habitual de la fundación de una empresa, al tiempo que constituye una lectura compulsiva sobre la pérdida de la inocencia de una generación que ha hecho de las redes sociales su hábitat natural.