Los problemas existenciales y religiosos preocuparon gravemente a nuestros escritores de la Generación del 98. De tales inquietudes es buena prueba San Manuel Bueno, mártir, la novela más popular y tal vez la mejor de Unamuno. El contradictorio rector de Salamanca confesó haber puesto en ella todo su sentimiento trágico de la vida cotidiana. Escrita en su madurez, de aquel Unamuno apasionado agitador de conciencias poco queda en este atormentado Manuel Bueno, sacerdote de pueblo que predica a sus feligreses la fe que él ya no tiene. Pero lo hace para ahorrarles su íntima congoja, manteniéndolos en la ilusión de la vida eterna. Porque sólo las religiones consuelan al hombre de haber nacido para morir.