Cervantes, supremo maestro, es y será siempre inagotable, lo cual es todo lo contrario que decir hemético, confuso ni desconcertante. Como todo gran poeta, trabaja de cara a sus tiempos, pero con mirada capaz de trascenderlos a escala universal y perenne. Artista de la ambigüedad irónica, no deja de ser en todo momento fiel a fundamentales discursos sociales, políticos y religiosos no exactamente transgresivos, pero sí de exquisito carácter personal y minoritario que nunca se arriesgó a enunciar de un modo explícito. Lo que se dio, dentro de los mismos, fue una evolución acompasada con el penoso discurrir de su vida y el problema acuciante de una España sujeta a la crisis por esencia más «conflictiva» de su historia. Harto consciente de su riesgo, trata a la vez Cervantes de ponerse de antemano a cubierto, mediante discretas estrategias, de sanciones ni represalias.
La superación de caducos parámetros historiológicos, unida a la general explosión de conocimientos, permiten hoy una lectura renovadora de la biografía en estrecho correlato con aspectos que como los derechos humanos, el reconocimiento de la mujer como figura independiente o una religiosidad del más depurado signo interior, se incorporaron como decisivos para el nacimiento de la novela en cuanto proa y columna central de la experiencia literaria en los tiempos modernos. Moros, moriscos y turcos, dentro y fuera de España, son aquí estudiados como el más largo y compacto espacio de ambiciosa maniobra para el magno proyecto creador de nuestro Miguel de Cervantes.