Irene, la protagonista, en continua búsqueda de lo que tanto anheló y no pudo tener, una madre, se descubre a sí misma a través de la mirada de una niña. Una mirada dormida por la maldad humana, acunada por el canto de las lágrimas, que esconde importantes secretos. Una mirada que es capaz de transmitirle fortaleza en medio de la desilusión, esperanza en medio de la desolación, y alegría en medio de la tristeza. Una mirada que le dio la oportunidad de encontrarse consigo misma y proyectarse en los demás a través de la entrega. De ser capaz de tener vida ofreciendo la suya. Porque, cuando perdemos el sentido de la vida, nuestro vivir se convierte en un sin sentido.