La PRIMERA PARTE de estos MIL Y UN DÍAS terminaron con la narración de la historia de Calaf y la princesa de China.
Al final de la misma, y a pesar de que todas sus damas de compañía consideraron que Calaf era un amante perfecto, valiente, fiel y constante, la princesa Farruhknaz sigue en sus trece: los hombres -vanidosos, inconstantes, pueriles- no son dignos de su amor.
La nodriza, inasequible al desaliento, le propone contarle otra historia y la princesa acepta.
Así comienza esta SEGUNDA PARTE.