José María Manzanares es el hijo del cuerpo. El sucesor de la tauromaquia más pura. Más verdadera. Más auténtica. La belleza, el empaque y el temple infinito, heredados de uno de los más grandes toreros que ha obsequiado el toreo en todos sus tiempos: José María Dols Abellán. La temporada de 2011, con el indulto del toro Arrojado en Sevilla la tarde del 30 de abril, ha supuesto un antes y un después, la explosión definitiva de un torero que por ser «hijo de» ha tenido que sobreponerse a innumerables escollos comparativos para transitar por el camino que siempre soñó: el que pisan las figuras del toreo para convertirse, con el tiempo, en un artista de época. Pero su ambición va más allá. Superado un calvario de lesiones y enfermedades, se ha convertido, a día de hoy, en un torero indispensable dentro y fuera de los ruedos. Su mera figura colma las plazas de un halo de elegancia propia de los elegidos y su belleza física traspasa fronteras exportando su profesión a países donde el toreo no está entre sus tradiciones. Ese es su reto, como el de guiar a la juventud a las plazas a través de las redes sociales para garantizar la continuidad de la Fiesta. Así es la vida del matador de moda, de un privilegiado, de un abanderado de la modernidad. Del torero del siglo XXI.