La llamada se produce poco después de las cinco de la mañana.
Nunca antes había oído el nombre de Everett Walsh, pero, según dice, yo podría saber algo sobre una chica que ha desaparecido. Sin embargo no me dice de qué se trata. Me planteo no quedar con él, pero parece desesperado y, si hay algo que me atrae más que la perseverancia, es la desesperación. Pese a que me gano la vida encontrando a gente, ¿qué podría saber yo sobre una chica desaparecida que justifique una llamada a estas horas?.
Todo comienza con una llamada telefónica que Nora Watts lleva temiendo quince años, desde que renunció a su hija recién nacida y la dio en adopción. Bonnie ha desaparecido. La policía la considera una fugitiva crónica, de modo que no se molesta en buscarla, y sus padres adoptivos, desesperados, recurren a su madre biológica como última esperanza.
La propia Nora es el producto del sistema de acogida y adopción: transeúnte, vagabunda, marcada por un pasado doloroso y violento, poseedora de unos ojos oscuros capaces de absorber la luz a su alrededor y de ver hasta el alma de una persona. Ella sabe bien lo que les ocurre a las chicas vulnerables en las calles. Sin poder evitar implicarse, se propone encontrar a Bonnie, aunque se arriesga a reabrir viejas heridas que nunca llegaron a curarse, y se lanza a la oscuridad con la única protección de su instinto y su asombrosa capacidad para distinguir la verdad de la mentira.
En su búsqueda, Nora destapa una compleja conspiración y se embarca en un tortuoso viaje de engaños y de violencia, desde las calles grises y lluviosas de Vancouver hasta las montañas heladas del interior de Canadá, y de ahí a la preciosa y peligrosa isla donde se enfrentará a sus peores demonios. Todo para salvar a una chica que desearía que no hubiera nacido nunca.