El ser humano, los animales y las plantas; los astros y los objetos más sencillos; la literatura y el folclor; el peso de la Historia y la ligereza de un pueblo; un aire de elegía y uno de celebración; el demonio analógico y la pulsión reflexiva; el apunte curioso y el lugar común; el verso y la prosa; el erotismo y una fe absoluta en la facultad renovadora de la imaginación, en su poder para despejar los sentidos y ofrecer una versión más plena de todo, se funden en este libro donde Orlando González Esteva invita a estrenar el mundo como debió de estrenarlo cada día el primer hombre: ávido de asombro.