Nueva novela de Rafael Sender, que vuelve deslumbrante al panorama literario tras algunos años de silencio.
Yo fui un niño sin padre. Y en realidad, con muy poca madre. Porque después de la boda mi madre se marchó enseguida del pueblo y se reincorporó a su trabajo. Era enfermera en un centro público, en uno de cuyos pabellones, destinado exclusivamente a militares, tuvo la desgracia de conocer a quien sería su marido.
El joven oficial presentaba una herida sin importancia, pero en zona caliente, en la parte superior del muslo, muy próxima a la ingle. Tal vez aquello propiciara el ardor amoroso, infundiera en mi madre oscuros deseos que jamás llegaría a confesarse, marcada como estaba por aquella época de cortinones y velos que anatemizaba el erotismo. Los inicios de su emparejamiento se oficiaron, en versión esteparia, de acuerdo a las premoniciones poéticas del poeta más maldito de todos. Me refiero a Rimbaud y «las mujeres curan a esos feroces enfermos de regreso de los países cálidos...». En aquel caso, el enfermo venía de regreso no del calor sino del frío, de las nieves y los obuses de la estepa rusa, de no derrotar al comunismo; aunque, cierto es, a aquel joven gastado también podía calificársele con propiedad de feroz.»
Quizá este fragmento es el que mejor resume la nueva novela de Rafael Sender. Un relato narrado en primera persona por un hombre que, desde su más tierna juventud, se ha visto viajando por toda la península, desde los espacios más hostiles de la España profunda, hasta grandes ciudades como Madrid o Barcelona; tratando así de encontrar respuestas sobre sus orígenes, sobre el comportamiento de quienes le rodean e incluso sobre su propia vida.