En su primer poemario, Lengua(s) de cobre, García Rey propone una poesía capaz de moverse, dúctil pero vigorosamente, por registros que van desde la intimidad más gozosa a los naufragios personales más sombríos. También se adentra en territorios foráneos para diseccionar con la misma intensidad y crudeza una realidad contemporánea empeñada en disfrazar sus imposturas bajo un ropaje de palabras y acciones fatuas.