Argumento de La Vida Perfecta
Encuadernación: Rústica
Y entonces la veo, de nuevo distingo su silueta en la silenciosa oscuridad, observo su piel fina casi traslucida, sus mejillas sonrojadas y los destellos de oro que desprende su cabello. Escucho su voz melancólica rogándome que pare. Me veo delante del espejo, y ahora soy yo quien está a los pies de su cama. Esta tumbada, aunque ya no tiene alma, solo es un cuerpo marchito y en descomposición
tengo restos de sangre en mis manos y sus gritos incrustados en mi cabeza.
De nuevo el hombre del traje aparece para atormentarme con aquellas enigmáticas palabras. ¿Es que no me conoces?
Todo desaparece, acompañado por el dulce sonido de
el Introito del Réquiem de Mozart. Mi corazón ha dejado de latir, los coros de la sinfonía inundan todo el vacío que ha dejado la salida pavorosa de mi alma, en pos de la lacónica razón. Me vuelvo a ver reflejado en el mismo espejo donde me vi por primera vez, aunque ahora distinto, cambiado, menos elocuente y más salvaje.
Despierta perezoso. Cuánto tiempo más vas a estar acostado.
¿Lu?1