Argumento de La Sombra del Vampiro. su Presencia en el 7º Arte
De la lectura de estas páginas cabe esperar la sorpresa que experimentarán muchos al ver que nuestro autor califica de «cine religioso» a este género por el que Drácula y otras noctámbulas criaturas se mueven con solvencia. La razón para colocarle tal etiqueta a estos filmes, hemos de buscarla en una filosofía de la religión que reconoce como núcleo de la primera fase de la misma a entidades dotadas de voluntad, a númenes o animales con los que los hombres del Paleolítico se relacionaron.
Si estos, los animales, fueron los primeros dioses, sus atributos contribuirán, en una segunda fase de religiosidad, a construir criaturas híbridas como puedan ser los vampiros. Se trata, en definitiva, y así lo hace González Hevia en torno a esta cinematografía y la literatura que la sustenta, de demostrar la divina animalidad de los vampiros, circunstancia que le sirve para, con gran erudición, exponer las discusiones históricas en torno a estos seres.
Se abre de este modo, una disyuntiva consistente en, por una parte, una teoría demoníaca que permite que el Diablo pueda resucitar difuntos que darán lugar a vampiros; y una segunda de carácter divino que consistirá en la transferencia al Demonio, por parte de Dios, de tal poder. Un problema que encontró solución, desde la racionalidad católica, en la afirmación de la inexistencia de tales númenes, que quedarán desplazados al terreno de lo fantástico.1