Con una escritura serena y casi conversacional, de un bien asimilado clasicismo, donde la lengua culta nunca fuerza el tono, Micó logra hablarnos de asuntos tan en apariencia distintos como el dolor de las víctimas, el poso de la historia, la formación del carácter o las vidas sencillas que trascurren al otro lado de una pared. Y todo en impecables composiciones que siempre presentan un denominador común: lo que tienen de piezas bien hechas.