Una novela llena de ternura y de inevitabilidad. De ironía. Dolorosa, alegre y profunda. Una novela sobre el olvido, pero, sobre todo, una estampa certera sobre la familia, sobre el hecho de envejecer. Con tanta sinceridad y exactitud que a muchos nos resonará y hará temblar ciertas membranas internas. Y nos dejará con esa placentera desazón de cuando, al leer, alguien nos da de lleno en el centro de la herida.El ritmo de la narración es excelente. Los diálogos, breves, agudos, están construidos con esa falsa naturalidad que los hace muy literarios. Pero, sobre todo, los personajes. Cada uno es una ventana entreabierta, desde la que se puede atisbar un paisaje profundo, un paisaje para que la imaginación desgrane poco a poco. En especial Eulogia, que tiene todo lo que debe tener para que, conforme la conocemos, percibamos incluso su olor y la textura de su voz.Eulogia podría ser cualquiera de nosotros, o cualquiera de nosotros podría llegar a ser Eulogia; cualquiera que reúna la ternura, la mala leche, el deseo oculto, las frustraciones, la ilusión, las contradicciones, la tristeza, la suma de los años, muchas pérdidas, algún muerto... Cualquiera que se haya sentido aislado alguna vez y se haya descubierto a sí mismo buscando consuelo en la evidencia de que casi todos somos necios e ignorantes; de que, en efecto, la gente es muy bruta.(Cristina Cerrada y Leonor Sánchez)